El moquillo o distemper canino

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El moquillo canino o distemper o enfermedad de las almohadillas duras es una enfermedad que se incluye dentro de la pauta de vacunación de nuestro perro. Es una enfermedad provocada por un virus ARN del género Morbillivirus y familia Paramyxoviridae. Es una enfermedad vírica y multisistémica (afecta a varios órganos) y a pesar de que afecta a un amplio rango de hospedadores, los cánidos son los más receptivos a padecer la enfermedad. Es una enfermedad que está extendida por todo el mundo.

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¿Cómo se contagia? 

La enfermedad puede presentarse en cualquier edad, pero es mucho más frecuente en los perros jóvenes (especialmente los que tienen entre 3-6 meses que es cuando empieza a disminuir la inmunidad maternal), además de los cachorros no vacunados, mal vacunados o aquellos individuos inmunodeprimidos. El virus se transmite por contacto directo y principalmente por vía aérea con las secreciones del animal infectado. La infección se localiza primero en las vías respiratorias y a partir de aquí, se extiende por el resto del cuerpo a través de la circulación sanguínea (viremia).

El virus es muy contagioso. Éste se excreta a partir de los 7 días postinfección durante el periodo agudo de la enfermedad con las secreciones respiratorias y conjuntivales, la orina y las heces; el perro sano se contagia a través de la respiración cuando olisquea a otros perros o zonas contaminadas, o también por el aparato digestivo, comiendo o chupando elementos contaminados. El período de incubación es de 6-9 días, a veces, hasta 4 semanas y la enfermedad puede presentarse de distintas formas:

  • Forma inaparente: con presencia o no de signos respiratorios y/o digestivos. En algunos casos incluso al de 2-3 semanas de no tener ningún síntoma, puede presentar signos nerviosos, aunque también a la vez con otros signos (encefalitis aguda). Entre el 25 y el 75% de los perros susceptibles presentan enfermedad subclínica, y eliminan el virus sin mostrar signos de enfermedad.
  • Forma nerviosa: en la encefalitis aguda los signos neurológicos más frecuentes suelen ser depresión, postración, mayor producción de saliva (ptialismo), rigidez cervical e incluso episodios convulsivos. En las evoluciones subagudas y crónicas en las que no hay signos respiratorios ni digestivos, los signos nerviosos más frecuentes son: falta de coordinación (ataxia), pérdida de fuerza a la hora de moverse (paresia), parálisis, temblores, tortícolis.
  • Forma grave o sistémica:  tiene un curso de 2-4 semanas. Los primeros signos clínicos son generales: inapetencia, inactividad, aumento de la temperatura, anorexia, vómitos, dolor abdominal, darrea con heces acuosas y olor fétido a veces con sangre y moco. La fiebre inicial remite y el animal parece volver a la normalidad; pero luego vuelve y suele acompañarse con conjuntivitis con molestia si está expuesto a la luz, rinitis con goteo de la nariz  y tos seca que suele pasar a húmeda y productiva.

Otras complicaciones que podemos ver: cegueras repentinas, pupilas dilatadas sin respuesta a la luz, desarrollo incompleto (hipoplasia) del esmalte dental, hiperqueratosis nasal y de las almohadillas plantares (estas superficies las vemos más engrosadas y secas, agrietadas). Si las hembras sin vacunar o inmunodeprimidas se contagian cuando están gestantes, pueden producirse abortos.

La mortalidad está relacionada con la edad de presentación de la enfermedad. La forma sistémica suele tener una mortalidad del 50% en cachorros y hasta el 100% en aquellos que no están protegidos por los anticuerpos del calostro de la madre.

¿Cómo se diagnostica?

Debe considerarse la edad (importante cachorros de 1-6 meses), si él y su madre estaban vacunados y si tomó el calostro (primera leche de su madre con la que adquiere inmunidad con los anticuerpos).
apoyándonos con el tipo de cuadro clínico.

Diagnóstico etiológico:

  • Directo: detectamos el antígeno (para entenderlo digamos que identificamos al virus). Existen distintas técnicas como la inmunofluorescencia directa en raspados conjuntivales; es una técnica muy usada y suele ser positiva en la mayoría de casos. Ésta técnica también se ha descrito para sedimento de orina y de lavado traqueal. Otro método diagnóstico en la inmunohistoquímica (IHQ) con una especificidad de hasta el 96%.
  • Indirecto: detectamos anticuerpos generados por el organismo del perro que luchan contra ese antígeno. Un ejemplo es la detección de IgMs en perros no vacunados así como la identificación de anticuerpos en el líquido cefalorraquídeo en la forma nerviosa.

Los perros que se recuperan de la enfermedad eliminan virus durante 60-90 días tras la infección. El virus se mantiene en ambientes fríos (puede resistir semanas), pero es susceptible al calor y la desecación. Podemos luchar contra él con desinfectantes de uso común como soluciones con éter, cloroformo, fenol o amonio cuaternario.

¿Hay tratamiento? 

No existe una terapia antivírica específica contra el moquillo. Solo podemos recurrir a un tratamiento sintomático. Cuando se sospecha de moquillo, siempre hay que dejarle claro al propietario, y éste debe entender, que el tratamiento es muy complicado, y que cuando existen signos nerviosos es poco exitoso. Incluso si superase la enfermedad, suele quedar lesiones nerviosas. Si los signos neurológicos son progresivos se aconseja la eutanasia. Y en el caso de que no los presente, debemos avisar al propietario de su posible presentación y gravedad.

Las medidas higiénico-sanitarias tienen gran importancia, al igual que en todas las infecciones víricas:

  • debemos tenerles en un ambiente cálido y bien ventilado.
  • administrar antibióticos de amplio espectro para controlar las infecciones bacterianas secundarias.
  • rehidratar con soluciones isotónicas intravenosas o subcutáneas.
  • tratar que acepte alimentos con un gran aporte energético ricos en proteínas y vitaminas necesarios debido al aumento del metabolismo de animal a causa de la fiebre.
  • antipiréticos.
  • anticonvulsivos si fuese necesario: fenobarbital a dosis 2-5 mg/kg/12h

¿Se puede prevenir? 

Si. Con la vacunación. Visita nuestro artículo » vacunación del perro»
La inmunidad que desarrollan muchos perros puede prolongarse 2-3 años, pero los perros no revacunados pueden perder dicha inmunidad y ser infectados en periodos de estrés o inmunosupresión. Los cachorros de entre 3 y 6 meses de edad son los que están más predispuestos a la infección, ya que esta edad coincide con el descenso de la inmunidad maternal. Tanto a nivel sistémico como neurológico, los perros pueden ser susceptibles a cualquier edad. La infección por el virus del moquillo canino se da con mayor facilidad en perreras y en perros que mantienen contacto con animales salvajes, por eso de la importancia de un buen protocolo de vacunación.

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